La acústica de una iglesia no es solo una cuestión técnica, es una cuestión espiritual. Un espacio de culto debe permitir sentir, escuchar y conectar. Y eso, en el siglo XXI, ya no se puede dejar únicamente en manos de las bóvedas de piedra.
Las iglesias modernas —y también muchas históricas que han evolucionado— necesitan equilibrar tradición y tecnología. Porque sí, ese eco que envuelve puede parecer místico, pero si convierte el sermón en un galimatías, es hora de rediseñar el sonido.